Hola de nuevo. Hoy os escribo un post muy especial.
Llevo dos meses sin escribir en el blog, algo extraño en mí, pero os prometo que todo lo que os tengo que contar lo justifica.
Los cambios son así. Son un huracán que lo revoluciona todo y pasa un tiempo hasta que se colocan las cosas, se ordenan y vuelves a establecer una rutina para dejar hueco a esas pasiones que has dejado apartadas. De todas formas es como las buenas amistades, da igual el tiempo que lleves sin verlas, cuando te reencuentras con ellas, parece que el tiempo no ha pasado.
Aquí estoy, a una semana de mi 28 cumpleaños. Frente a mi ordenador, viendo la tarde de verano, abrasar la ventana del salón.
He empezado una etapa en la que soñaba estar, de realización personal. De haber arriesgado y haber logrado un sueño. Comencé hace un tiempo, desde el primer post de My Red Spirit, a centrarme verdaderamente en mi misma, a focalizarme en crear mi propio destino. A pisar firme un camino que no sabía qué me iba a deparar, si me iba a terminar perteneciendo. Con esfuerzo, lucha, en ocasiones frustración, pero sobretodo pasión y dedicación hacia lo que hago. Sin querer ser “una más” para bien o para mal, algo que siempre me ha caracterizado en todas y cada una de las facetas que he querido desarrollar y potenciar de mí misma.
Psicología, moda, estilismo, fotografía, retoque, diseño gráfico, comunicación visual, marketing online, venta de ropa deportiva y más venta al público, o el término que me da tanta risa “influencer” o dar la lata por redes sociales (y como muchos ya conocéis mi historia, acompañada de otra persona, ayudaba en los entrenamientos online que compartíamos por internet… ) He querido trabajar siempre en algo que me apasionara. Recuerdo una de las conversaciones con mi abuelo en las que llegamos a la conclusión de que el mundo necesita más gente que ama lo que hace, más gente apasionada. Creo que tu vida cobra más sentido, cuando te dedicas a lo que te gusta, porque es como de verdad te sientes realizado, útil y fiel a ti mismo. Es la única manera de realizar tu trabajo con dedicación, entrega y satisfacción personal. Por ello siempre he intentado hacer de cada hobby, un oficio una temporada. Destaco sobretodo la época que más me hizo crecer, entre colecciones y catálogos de moda en la bella Italia. El resto de experiencias también fueron fruto de casualidades, locuras o esos “¿por qué no? que le hacen gracia a mi cabeza.
Nunca he entendido lo de ¿qué quieres ser de mayor? Yo decía -“Ah, pero… es que hay que elegir?
Me hace gracia la concepción de lo “políticamente correcto”, que nos ha inculcado esta sociedad tan absurda. Si estudias una carrera o te has ido por un camino, te toman por loco si más tarde tomas otra decisión, lo dejas, o terminas siendo astronauta. Además es irónico que en otras facetas de la vida, no somos tan extremistas y lo vemos claro. Como por ejemplo:
¿Dónde te fuiste de vacaciones hace dos años? A… pongamos Italia.
¿El año pasado? A Menorca.
¿Dónde comiste ayer? – En un restaurante mexicano que quería probar.
Vale, estupendo. Osea que vas a lugares nuevos, que no has conocido. A un sitio, a otro, exploras, descubres, intentas conocer lo que te rodea. Creo que todos nosotros aunque tengamos sitios a los que volvemos más a menudo porque nos gustan o nos marcan más que el resto, siempre intentamos explorar más allá. Porque sólo tenemos una vida. Qué desperdicio encerrarse para siempre en un lugar que ya conoces, que ya sabes dónde está, y ahí estará cuando decidas volver.
Entonces… ¿por qué es tan difícil comprender que es muy triste, que de las mil facetas que tiene una persona, escojamos únicamente una de ellas, sólo porque en su día nos pareció la mejor opción? Si hemos probado, si hemos cambiado y ya no nos aporta nada, o simplemente hemos descubierto que no es nuestro camino. ¿Acaso no tenemos el derecho de cambiar nuestro destino?
¿Acaso la vida, no es eso?
¿Un viaje?
Si.
El viaje más importante que harás jamás.
Llega un punto de inflexión de tu vida. Puede ser poco a poco casi por inercia o por el contrario, de forma repentina. Pero en tu interior lo sabes. Te despiertas día tras día de forma automática. Has perdido la llama, esa chispa que ilumina tu mirada. Te has convertido en una especie de sombra sin identidad propia. Y como lo sabes, eres responsable. Es tu vida lo que está pasando, nadie va a venir a sacarte de tu propio pozo. Tú y sólo tú, debes tomar la decisión de salvarte. Mirarte al espejo con el alma desnuda. Reflexionar sobre ti y sobre tu vida. Qué es lo que quieres, qué es lo que esperas. Digo esperas. Si, segunda persona del singular. Lo que esperas TÚ no lo que esperan de ti, los demás.
Qué es lo que mantendrías; qué es lo que cambiarías.
Qué te hace sentir feliz, que te hace ser desgraciado.
Qué va bien, qué va mal.
Sobretodo hay algo sin lo que no puedes vivir. Si lo pierdes, aunque sigas respirando… estás muerto.
Ilusión.
Tras unos días en coma emocional, en los que me levantaba a correr sin parar y a hacer cosas por inercia, finalmente me miré al espejo. Era Domingo. Me miré bien, un buen rato, cada pequeña parte de mi. Había adelgazado bastante y era la primera vez que me daba cuenta que se me marcaban las ojeras. Sin maquillaje realmente, me daba pena. Era un fantasma. Yo no era eso que estaba en el reflejo, sin energía, sin ganas, sin vida. Al día siguiente era Lunes. Y no. No quería por nada del mundo que amaneciera. Estuve un buen rato intentando no apartar la mirada de esa Eli del espejo, intentando no llorar. Pero fue imposible. Y eso que pensaba que ya había agotado todas las lágrimas. Aún así no aparté la mirada intentando pensar algo que pudiera devolverme algo de ilusión. Descartando, pensando en lo que no quería. Y llegando a lo más simple:
“Ahora mismo, ¿qué te haría dejar de llorar?”
La moda fue el primer hobby que transformé en un trabajo. De pronto, se me ocurrió que sería feliz si transformara la pasión de entrenar en mi nuevo trabajo. Claro, no había hecho nada de eso. No me había interesado el cuerpo hasta ese momento. Y si había entrenado a personas, había sido de mano a otra persona que llevaba estudios a sus espaldas. Yo, no era nada. Eso pensaba entonces.
Pero yo quería algo más. Lo que a mí me aportaba entrenar iba más allá del cuerpo. Me daba ganas de vivir. Me hacía sacar mi fortaleza, mi esencia. Y quería ser capaz de transmitir a los demás lo que el entrenamiento puede enseñarte de ti mismo. De hacerte llegar a tu mejor versión, no solo en cuerpo sino en alma. Por eso, por ese motivo, me lancé. Mi sueño sería desde ese momento convertirme en entrenadora personal.
De nuevo … ¿ por qué no?
Siempre he intentado tener paciencia. Aunque aún me cuesta entender que la vida tiene su propio ritmo. Que el tiempo tiene la misión de poner todo en su lugar. Que cuando en una historia parece que está todo enredado, que de tu camino sin querer te has desviado, es porque aún no ha llegado el desenlace. Como cuando estás leyendo una novela. Todo se complica, no ves cómo el autor va a solucionar tantos cabos sueltos para el pobre protagonista. Sigues pasando las páginas, ves que se acerca el final y sigues sin tener la mínima pista de cómo podría existir un desenlace feliz
Y de pronto, todo fluye. Esos cabos sueltos, conectan como si hubieran esperado ese preciso instante para entrelazarse y dar sentido a toda la historia desde su mismísimo inicio. Cada momento tenía su misión oculta para dar sentido a un todo, que hasta el final, no eres capaz de vislumbrar.
La vida son momentos, cuerdas, puntos. Vamos viviendo, creyendo que nada tiene conexión. Pensando que seguimos un camino, una línea recta con un principio, hacia un destino y con un final. Y la vida es todo menos recta. Como dice mi profesor de la autoescuela, “tú vas de frente, no recto” Y sobretodo también hay altibajos y curvas, atajos, laberintos, bifurcaciones, pérdidas y reencuentros, donde más allá de conocer lugares, personas y nuevos horizontes, conocemos lo más profundo de nosotros mismos. Y no cambia tu esencia, pero sí evolucionas, creces, tomas decisiones que no pensabas que tomarías. Decisiones que te dirigen hacia aquello que te llena, que te mueve, que te hace sentir algo. Hacia aquello que sueñas, en secreto o a voces… Aunque muchas veces no tengas la mínima idea de dónde encontrarlo. Sin entender que somos pura energía. Que todo lo que quieres, lo que luchas y lo que te esfuerzas anhelando algo, lo atraes hacia a ti. Llega un momento que no sabes si has ido tú hacia tu sueño, o él se ha abierto ante ti. Comprendes que en realidad es cuando vamos sin rumbo, sin mapa… siguiendo tan sólo el ritmo que indica nuestro corazón, es cuando llegamos a dónde queríamos estar. A nuestro lugar en el mundo.
Nunca había pisado un gimnasio, pero tuve que hacerlo al empezar el curso de Fitness. No me gustaba la idea, yo entrenaba en casa, en la calle, a mi bola. De hecho me sentía incómoda pero ahí estaba mañana tras mañana. Luego a clases colectivas, a ver a esos monitores que lo hacían todo de maravilla, mientras tu no sabías, si te ibas a fastidiar la espalda haciendo esa mierda de sentadilla. Ahora sé perfectamente como poner las rodillas, sé como colocar la espalda pero por aquel entonces, mirarme al espejo sin parecerme patética, era imposible.
Dejé mi buen trabajo en A2colores, el estudio de diseño gráfico que había sido mi segunda casa, con todo el dolor de mi corazón y dejando a personas maravillosas, para volcarme en eso que todavía no me había dado las sensaciones que esperaba. Todavía recuerdo la expresión angustiada de mi madre, luchando entre cabeza y corazón, pensando que estaba cometiendo un gran error y sin embargo sólo decía: “Adelante, te apoyo en todo lo que te vaya hacer sentir mejor”
En el curso, conocí a Ana, la profesora que me ha cambiado la vida. Os he hablado de ella en post anteriores en los que os hablaba de mi formación. Si. Este blog está tornando en una especie de culebrón muy serio. Me dio esa ilusión, el reflejo de lo que quería convertirme. De pronto, ya me encontraba cómoda en esas clases colectivas, sabía la manera de ser yo.
Mientras estudiaba, conocí mil personas y lugares, compartiendo todo en las redes. Centros y diversas formas de entrenamiento. Viajes de vida saludable, con grandes marcas, todo aquello que habéis ido viendo aquí. Y uno de los lugares que conocí fue el centro Numa Fitness al que me invitaron a entrenar y fui muchas ocasiones.
Por otro lado, siguiendo con todas esas cosas que parecen no tener conexión, conocí a Berni un monitor del gym que convirtió las clases de Ciclo en algo fuera de lo normal y que en poco tiempo conquistó mi corazón. Un día de verano tras ver a mi madre con calambres y dolores en la espalda, la obligué literalmente a que me acompañara al gimnasio a entrar en una clase de Pilates. Sufría al ver las posturas que ponía hasta que Berni la cogió directamente para decirla:
¿Te parece normal tener la movilidad de una anciana?.
Mi madre acostumbrada a oír lo típico de “Aparentas ser más joven de lo que eres” no se esperaba que un monitor le dijera tan claramente que había descuidado su cuerpo y que tenía la responsabilidad urgente, de hacer algo para remediarlo. Mi madre no se enfadó, se quedó alucinada. Así fue como Berni conquistó también a mi madre. Y allí estaba cada día, sin faltar. Incluso cuando yo no podía ir.
Por mi parte yo seguí, seguí y seguí sin parar. Más cursos, más experiencias, y Berni me aconsejó que estudiara Pilates, y si era con Alberto Segovia, mejor. Así lo hice. Otra de las cosas que me ha marcado y me ha abierto la mente hacia el apasionante estudio del cuerpo y su control.
Cuando Berni se fue del gimnasio, mi sorpresa fue que su destino era Numa Fitness. Me alegré de que se marchara hacia el entrenamiento personal que sin duda es su vocación. Pero cuando en un tiempo, se hizo con la gestión, me alegré el triple. Merecía tener algo propio, sin límites, con todo lo que él representa. Además seguíamos siendo amigos (de hecho en el anterior post os cuento como fue nuestro viaje a Valencia)
Estaba feliz por él.
Más adelante, como sabéis, hice la Maratón, otro sueño de esos que era incapaz de imaginar cuando recuerdo esas infinitas mañanas que os contaba al inicio de estas líneas, corriendo contra la tristeza. Había logrado un gran reto personal que de nuevo me había demostrado de todo lo que soy capaz.
Cuando terminé el curso de Pilates, lo hice con sobresaliente y con un nuevo amor por el método. Empecé a echar currículums por todos los centros que podía. Me salieron clases en un colegio cerca de mi casa mientras seguía haciendo entrevistas en gimnasios. Realmente me seguía viendo fuera de lugar en clases de zumba o ciclo… estar en la tarima quizá después de todo, no era lo mío. No sé si tengo ese tipo de carisma. Me obligaba y hasta me frustraba ese miedo escénico que me daba a veces. Pero continué. Ya nada me iba a parar.
Y mientras me obligaba, con tres entrevistas pendientes y nervios a flor de piel… llegó el whatsapp que me ha cambiado la vida. Y el que ha iniciado esta etapa.
Era Berni.
-¿Te gustaría trabajar en Numa?
A la semana después ya era oficial. Hoy tras un mes os lo cuento:
Por fin, trabajo en mi sueño.
Soy entrenadora personal.
Os cuento todo esto con alegría pero sobretodo con la intención de daros fe. Esperanza, ilusión ante vuestras vidas. Porque tenéis el poder de hacer con ella, todo aquello que queráis. En este blog, cuento mis experiencias, todas las que me hacen ser quien soy hoy.
Me han pasado mil cosas, porque he salido de la zona de confort, cuando parecía que estaba todo “atado”. Y quiero decirte con eso, a ti que estás leyendo esto, que soy como tú, no soy especial, ni he tenido suerte.
He sufrido mucho, pero como dice Ronda Rousey en la autobiografía que me estoy leyendo y os recomiendo, las tragedias sirven para conocer la lucha, para ganar batallas, para ver todo aquello de lo que eres capaz, para conocer que no tienes límites y para saber lo simple que es la verdadera felicidad. Es después de una gran derrota, cuando viene la gran victoria que cambia tu vida. El inicio y el final de todo, parte de ti. De decirte a ti mismo:
Esto no acaba hasta que yo no gane.
Da el paso y continúa. Nada más. Pisa fuerte, ve decidido, sé humilde, pero no te subestimes. No des explicaciones. Observa lo que te rodea, aprende de aquellos que admiras y aporta siempre algo nuevo. No te compares; como tú no hay nadie. Y eso es maravilloso. No pretendas ser lo que esperan de ti, sé lo que esperas de ti mismo. No malgastes tu vida siendo otra persona, siendo una sombra sin identidad, ni te ates a las decisiones que has tomado en el pasado. Recuerda que con la única persona que vas a estar “para siempre” es con la que está ahí, frente al espejo.
Como esa Eli, que aparece en el reflejo ahora.
Ahora no da pena. Ahora es fuerte, se siente segura, no necesita nada porque se ha demostrado todo. Se quiere a sí misma. Ha recuperado el brillo en la mirada.
Ahora con alegría, con una sonrisa, con rabia, con lágrimas pero de pura emoción. Con ganas, con vida…
Ahora.. con ilusión.