Cuarentena

Hola a todos…

Hacía ya un tiempo que no me sentaba tranquilamente frente al ordenador, a escribir sin más, a reflexionar conmigo misma y a compartirlo con los que pasáis por aquí a leerme. Y es que, como muchos de vosotros, hacía tiempo que no estaba, un buen rato conmigo misma. Este post será una conversación con todos vosotros, un desahogo. Será largo y por supuesto como siempre, será desde mi sincero y humilde punto de vista.

Parece que hace falta que el mundo entero se paralice, para darnos cuenta de lo que realmente importa.

Todos somos conscientes ya de lo que está sucediendo estos días, y de la gravedad de la situación, aunque parezca algo digno de ciencia ficción. Hace unos días, el Gobierno de España, decretó el Estado de Alerta del país, con el fin de afrontar la emergencia sanitaria provocada por el COVID-19, o Coronavirus como comúnmente se conoce. El pasado Viernes, dije adiós a mis compañeros de trabajo; todos nos fuimos a nuestras casas, para iniciar un periodo de aislamiento y lo mismo sucedió en el resto de España.  Todo ello, con el objetivo de evitar la propagación de este virus tan contagioso que al principio infravaloramos. Hasthag como #YoMeQuedoenCasa, iniciativas solidarias, sanitarios trabajando sin descanso para paliar la situación, mientras se exponen día tras día… Algo que emociona y preocupa a partes iguales. Nosotros desde nuestros hogares, lo único que podemos hacer para agradecérselo, es quedarnos aislados hasta que pase el peligro, segur a rajatabla sus indicaciones y hacer todo lo posible por hacerles llegar nuestro cariño, apoyo y profundo sentimiento de admiración. Algo que intentamos transmitirles, saliendo a los balcones día tras día en lo que llevamos de cuarentena, para aplaudir su gran labor; una labor que no tiene precio.

Como suele ocurrir, es en las adversidades, cuando demostramos de lo que somos capaces, donde se ven nuestras verdaderas fortalezas. Y lo cierto es que en una situación como esta, nunca vista, en una era en la que nos creemos los dueños de todo, libres de hacer lo que nos plazca, con poco o nada de aprecio por todo aquello que nos rodea, dando todo por sentado, como si tuviéramos el control…  Está siendo un virus, quien nos está dando una cura de humildad.

Y por supuesto me incluyo.

He dado importancia a muchas cosas en mi vida, que en principio, considero que la tienen, sí. Encajan en mi mundo, en la idea de tener una “buena vida“, ser una buena estudiante, una profesional con un buen trabajo, yendo de aquí para allá en diferentes trabajos y sectores, buscando mi lugar, lo que me pudiera convertir en una persona exitosa. Con ese deseo en mi corazón, de que si mi padre o mi abuelo me estuvieran viendo desde alguna parte, se sintieran orgullosos de mi.

¿Os suena?

Nadie nos dice que en realidad lo que desean nuestros padres para nosotros, es que seamos felices, hagamos lo que hagamos. Imaginarnos con una sonrisa en la cara, respirando tranquilos, viviendo la vida. No necesitamos actos heroicos, carreras brillantes, ni metas exigentes para que se sientan orgullosos. Es más bien el mensaje que nos decimos a nosotros mismos, para dar un sentido inútil a algo que no lo tiene.

Es curioso que vivamos en una sociedad que cada vez es más atea. Cuando lo que hemos hecho es sustituir una religión por otra. Está en auge la religión social de lo políticamente correcto, con unas reglas que adoptamos sin pensar, dejándonos llevar por juicios de lo que está bien y lo que está mal… Una sociedad donde el nivel de exigencia es tan extremo, que somos una población enferma, deprimida, estresada. Ahogada por no ser, no tener, o no llegar a alcanzar nunca lo suficiente. Donde el peor enemigo, somos nosotros mismos.

Sí. nosotros; los únicos y verdaderos culpables de nuestra infelicidad.

Si reflexionamos sobre esto detenidamente, con honestidad, introspección, valentía y autoconocimiento, quizá en esta cuarentena nos libramos de dos virus, por el precio de uno.

Os lo cuento porque personalmente, a parte de volver a hacer cosas que me encantaban como escribir, leer, divagar con amigos aunque sea virtualmente, preparar desayunos largos, y mantener aquellas que ya hago habitualmente como entrenar… también estoy intentando trabajar en estos días, en esa profunda reflexión de la que os hablo.

No dejo de pensar que muchos de los sueños que logramos, o metas que alcanzamos, es para demostrar constantemente algo, a nosotros mismos y a los demás. En esas cosas, dedicamos la mayor parte de nuestro tiempo. Cosas que ahora, desde casa aislados, poco importan, o no importan tanto. Priorizamos lo que conforma nuestras vidas, de manera totalmente equivocada.

No recuerdo haber escuchado a nadie en el trabajo:

-Se suspende la reunión porque voy a comer con mi madre.

– Disculpa, no te puedo atender, estoy jugando con mi hijo.

Claro que no, porque normalmente es a la inversa:

Mamá, ahora no puedo porque tengo una reunión importante. (que casi siempre es una soberana gilipollez

– Hijo tengo cosas que hacer, no tengo tiempo para jugar contigo.

Lo que ese hijo quiere es ser una de esas cosas que estás poniendo por delante. En definitiva esas “obligaciones” de mierda que te impiden ver, que tu hijo crece y te lo estás perdiendo; o que tu madre lamentablemente, no vivirá para siempre.

Y con esto, no digo que nuestro trabajo no sea importante. Lo es y no sólo por una cuestión económica, sino porque nos da identidad como individuos, aprendizaje y crecimiento constante. Además, soy de esas personas afortunadas que está enamorada de su trabajo.

Pero NO es lo único que somos.

NO es lo único a lo que dedicar tiempo incondicionalmente.

Calcula las horas interminables que eres capaz de dedicarle a tu trabajo. Tiempo que a veces te renta, y otras no. Te aseguro que no le dedicas el mismo tiempo a tus hobbies, a tu gente, o a ti mismo.

“No tengo tiempo para….”

¿Enserio?

Claro, porque no queda bien decir:

-Tengo tiempo, pero para invertirlo en otras cosas.

Cosas que me darán dinero (que no tendremos tiempo para gastar…) que me harán llegar lejos, que me darán una imagen exitosa, que me darán valor y de paso, aumentarán un ego enfermizo. Todo ello por supuesto, en una sociedad donde valen más los “likes” que unas buenas verdades a la cara. Y así, pasarán los años de una juventud que no vuelve, convirtiéndonos inexorablemente, en ancianos insatisfechos.

No nos engañemos más: necesitamos una buena hostia de realidad. Porque lo cierto es que siempre sacamos tiempo para aquello que creemos que lo merece. Y es en esas creencias donde debemos trabajar, poniendo en valor lo que verdaderamente importa.

Recuerda algo:

El tiempo es lo único real, que tenemos en nuestro poder.

Un regalo que lamentablemente desde que se nos concede, está en cuenta regresiva. Por ello es de vital importancia que le demos un verdadero sentido y cuanto antes.

Hasta de momentos tan negros como estos, ni más ni menos que una cuarentena, algo que sólo habíamos visto en las pelis, podemos aprender algo grande. Sacar algo positivo que se grabe en nuestros corazones, y salir más reforzados que nunca.

Más vivos, mas conscientes… más  felices.

Me encanta escribir, de hecho estoy disfrutando de escribir todo esto y seguramente este post va a resultar demasiado largo. Lo siento de antemano. Pero claro, tengo que aprovecharlo. Ya no recuerdo cuando fue la última vez que estaba así, de noche a las tantas, simplemente dejando escritos mis pensamientos. Supongo que es de esas cosas que dejas de hacer porque “no ganas nada con ello”, no te da provecho, y encima es perder horas de sueño… Sin embargo, ahora pienso que es ganar horas de vida.

Al igual que yo, muchos de vosotros habéis dejado de hacer cosas que os encantaban, simplemente porque vuestras vidas han cogido un ritmo tan frenético, que lo único que podéis hacer cada día, es subiros a ese tren sin pensar. Al tren de una vida que va tan rápido que os impide admirar el paisaje; ni siquiera sois capaces ya de apreciar el viaje.

Ahora recluidos en casa, muchas personas no saben que hacer sin esas agendas tan apretadas. Sin esos estresantes horarios que mantienen su mente ocupada, librándose a su vez de la tarea más importante y compleja: coger las riendas de sus vidas. Si, porque es la puñetera verdad: muchos prefieren pasar por la vida siendo autómatas que ejecutan, en vez de ser creadores de su propio destino. Solo una sociedad enferma, en una situación de aislamiento en casa, se queja de tener demasiado TIEMPO.

Luego eso sí: ansiamos las vacaciones y largarnos lejos.

Los viajes son un gran ejemplo de lo que quiero expresar. ¿Os habéis parado a pensar por qué nos gusta tanto viajar? Es cierto que somos exploradores por naturaleza. Nos suele gustar descubrir lugares nuevos.

Pero no es sólo eso. ¿Qué nos sucede cuando viajamos? Salimos a la calle sin obligaciones, sin exigencias, sin horarios, con ilusión por conocer, con ganas de llenar la mochila de aventuras y experiencias, de sentir emociones nuevas, con brillo en la mirada, esa que no se quiere perder nada. Con la mente tan abierta, como el corazón.

Es eso realmente, lo que nos apasiona de viajar: que es un momento para nosotros, un momento en el que tu tren rutinario tan lleno de obligaciones sociales, se detiene y tu tiempo, te pertenece.

Ahora hazte otra pregunta

¿De verdad es necesario viajar para lograrlo? La respuesta ya la sabes: No

Solo hay que tomarse la vida con esa actitud vibrante, salir a la calle despiertos, fluir con aquello que nos va sucediendo, apreciando cada detalle. Creer que la aventura, es vivir cada dia intensamente, con la ilusión escrita en la frente. “Perder” el tiempo, GANÁNDOLO, mientras construimos los recuerdos que vivirán para siempre.

En resumen, si deseas que tus padres se sientan orgullosos de ti… si deseas sentirte orgulloso también tú, sólo tienes que trabajar en esto:

Haz de tu vida, tu mejor viaje.

A pesar del título de este post, como habéis comprobado, no estoy hablando de la cuarentena, sino de lo que esta cuarentena nos puede enseñar. Porque lo que he pretendido en todo momento es contagiaros esta reflexión, bien dentro, por debajo de la piel.

Porque quizá ahora, no tiene sentido hablar de la felicidad ahondando en lo más profundo de nosotros mismos; quizá no es momento de reflexionar sobre nuestro tiempo, sobre nuestros caminos, sobre qué tipo de personas queremos ser, sobre esas prioridades desordenadas que nos impiden ver lo que realmente importa.

O quizá por el contrario… tiene más sentido que nunca.

No dejo de pensar en el último día que vi a mi madre a inicios de la semana pasada. Me despedí de ella tan rápido porque “tenía prisa“, que no recuerdo ni siquiera si la di un beso.  Prisa, que asco de palabra.

Si hubiera sabido que poco después nos aislarían, y ese iba a ser nuestro último contacto físico hasta nuevo aviso, habría mandando mis prisas a la mierda. Ese beso, habrían sido cuarenta.

Echo de menos jugar con Brownie en el parque, pasearle, correr a su lado o perdernos juntos por el campo.

Hacer fotos, preferiblemente con mi amigo del alma…

Reconectar con personas especiales, que a pesar de la distancia, siguen siempre cerca…

A gran parte de mi familia, la vi hace poco, reunidos por la llegada de Alma (precioso nombre, verdad? Es la hija recién nacida de mi primo Rubén, que es como mi hermano. Volví a ver a mi familia del pueblo, que los quiero con locura, abracé a mi tía Asun, me reí con mi querido tío Clemente y me puse al día con mi primo Fran, el más runner que conozco. Prometí ir pronto a verles, porque claro, “nunca tengo tiempo para ir al pueblo. Sin embargo, ahora que no paramos de escribirnos en la distancia, compartiendo este aislamiento más juntos que nunca, se que una de las primeras cosas que voy a hacer cuando todo pase, es ir a verles. Lo que no se es si iré en coche o corriendo, para quitarme estas ganas locas que tengo : )

Nunca imaginas que lo que más vas a echar de menos, es precisamente todo aquello que tenías ante ti y no valorabas lo suficiente. Todo lo que podías hacer de forma cotidiana, quedar con tus amigos, dar un paseo, ir al cine o al teatro, sólo o disfrutando de la compañía.

Nos pasamos la vida mirando al horizonte, al mañana, a las metas que nos ponemos por delante: sin ver que lo más importante, está ya junto a nosotros.

Dando sentido a un tiempo que ojalá a partir de ahora, sea para siempre… nuestro.

No Comments Yet

Leave a Reply

Welcome to MY RED SPIRIT

Un espacio para compartir mi forma de ver y entender el mundo. Un espíritu libre, aventurero y por qué no admitirlo: loco, caótico, pero auténtico.Porque la vida sin pasiones no tiene sentido. ¿Las mías? Moda, Fotografía, Fitness, Viajes, y un estilo de vida saludable y pleno, resultado del equilibrio perfecto entre alma, cuerpo y mente. Aquí encontrarás una mezcla de todo eso, una búsqueda de la felicidad, un camino por recorrer...

¿Me acompañas en mi aventura?



Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies. Para más información sobre las cookies pinche AQUI ACEPTAR

Aviso de cookies