Tras tantas emociones, necesitaba escapar.
En ocasiones me pasa, no sé si es algo normal, pero lo cierto es que cuando tengo una época tan intensa, como si un año entero estuviera recopilado en un solo mes, llega un momento en el que absolutamente todo, me abruma.
Es como si en mi interior no quedara espacio para un sólo pensamiento o sentimiento más.
Quizá es el precio de vivir al 100% pero no sé vivir de otra manera.
Lo cierto es que es genial que me ocurran cosas, que sienta, que esté viva; buscando siempre nuevas formas de seguir adelante, de crecer, con ganas, motivos e ilusión. Pero una vez terminada la temporada de maratones, me pregunto cuál es el siguiente paso.
No sé si me asusta el hecho de haber cumplido todos los objetivos que tenía, y sentir algo de vacío. Por eso quizá llevo unos días, acumulando sensaciones extrañas, con un humor más susceptible de lo normal y en definitiva, mucho más sensible.
Por eso la pasada Semana Santa me alejé del mundo, para vaciarme un poco.
Lo que entre nosotros ya llamamos:
Desconectar, para volver a conectar
Junto a mi familia, mi Brownie, mi Alejandro y la naturaleza, fuimos a pasar unos bonitos días a Cebreros, a la casa de mi hermana, que ya se ha convertido en un pequeño gran remanso de paz..
… para mi alma.