Poco a poco, terminan los días de verano.
Este año ha sido intenso. Una larga y continua línea de crecimiento. De esas épocas en las que no puedes plantearte descansar o desconectar, porque es momento de llevar a cabo todos los proyectos que has empezado. Tu mente no te deja parar, hay demasiadas cosas que hacer, que debes dejar atadas. Y aunque lo consigas, sin querer te vas desgastando. La energía se va apagando y necesitas por fin, volver a encontrar esa luz que te devuelva a tu estado original.
Para ello hay que volver a fluir, a dejar a un lado todas las responsabilidades, sacar las piedras de la mochila para cargarla de experiencias positivas. De esas que purifiquen tu alma de nuevo. Para volver a reencontrarte con tu esencia.
Llegadas las vacaciones, quería dejarme llevar con el viento más que nunca. Y no hay luz más mágica que la de Portugal para ello, por eso lo elegí como destino. Quise descubrir paisajes nuevos, salvajes, naturales, de ese país que tan cerquita tenemos.
Lisboa me enamoró hace unos años. Fue allí donde me hablaron de Sintra y sus palacios. Esa fue la primera parada de estas vacaciones.
Sintra alberga rincones increíbles, destacando sus imprescindibles Palacio da Pena, Quinta da Regaleira, Castelo Dos Mouros…. Tampoco quise perderme muchos otros lugares, algunos de ellos que os enseño en las fotos, como el acantilado donde termina Europa: el espectacular Cabo de Roca. Así como la animada playa de Guincho situada en Cascais… sin dejar por supuesto, de recorrer cada callecita, unas veces andando y otras… corriendo.
Palacio da Pena
Castelo dos Mouros
Quinta da Regaleira
Cabo da Roca
Playa de Guincho
Después de descubrir Sintra, tocaba una pequeña parada por mi amada Lisboa.
Lisboa
De allí, el segundo gran destino de estas vacaciones, fue San Miguel, Azores Una isla virgen, pura… extraordinaria. Donde sólo puedes rendirte ante la majestuosidad de la naturaleza. Mires donde mires, reina la belleza.
Un lugar en cuyos paisajes solo puedes perderte para encontrarte. Donde puedes finalmente descubrir esa paz en el entorno, dejar atrás el ruido y reencontrarte contigo mismo.
Azores (San Miguel)
Sete Cidades
Laguna Azul
Caldeira Velha
Piscinas naturais (Mosteiros)
Lagoa do Fogo
Estas son algunas de las fotos, que resumen mis días en Portugal.
En la mochila, cada experiencia y momento vivido. No iba sola y la compañía fue de esas que te dejan ser y estar, que respeta y cuida sin buscar nada más.
Necesitaba ese pequeño espacio, mi espacio. Ese que se había llenado de demasiadas cosas y me impedía encontrarme en cada decisión que tomaba. Como cuando llenas de demasiados trastos, un armario pequeño que antes solías tener organizado. Un armario que antes me encantaba abrir, para reflexionar de todo aquello que llevo dentro. Pero en el que últimamente era incapaz de encontrar nada, solo ansiedad y frustración.
Y es que vivimos en una sociedad plagada de cánones, de etiquetas, de comparaciones, de prejuicios, de prisas, de exigencias… Y en realidad poco importa lo que nos rodea. Si quieres buscar un culpable, solo has de mirarte al espejo. Somos nosotros nuestro principal enemigo al exigirnos tanto. Al construirnos un muro de deberes y objetivos tan alto, que se nos hace imposible superarlo. O lo que es peor: un muro tan sólido, que poco a poco nos hace olvidar quiénes somos en realidad y qué es lo que queremos en nuestra propia vida.
Pero entonces te alejas, viajas a cualquier lugar, poco importa en que parte del mapa te detengas. Lo importante es eso: que te detengas. Que te pares a observar, a pensar, a sentir… a vivir. Porque de pronto, todo es simple, sencillo como respirar.
Yo me he detenido en Portugal, y por eso este post tiene ese título:
Obrigado Portugal
Gracias por haber sido el escenario de tantas reflexiones. Al admirar tu naturaleza, comprendí algo grande y sencillo a la vez, pues toda esa belleza original, ha fluido con el tiempo, con paciencia: creciendo, madurando, siguiendo hacia adelante. Sin más. Al igual que debemos fluir nosotros en nuestras vidas. Sin exigirnos imposibles que quizá, ni siquiera queremos. Conectando con nuestro interior y siendo simplemente quienes realmente somos.
Porque encontrar la plenitud es posible en cada respiro, siempre que ese espacio del que te hablaba antes, ese espacio propio y único que lleva nuestro nombre, esté decorado con nuestra auténtica esencia. Y de nosotros depende cuidarla, respetarla y ante todo, amarla.